lunes, 2 de mayo de 2011

viernes 29 Abril 2011

Viernes de la Octava de Pascua

Evangelio según San Juan 21,1-14.

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

---------

Tener confianza en el Señor. Él nos guía por aguas seguras, donde encontraremos qué comer. Saber que si nos dice algo dentro de nuestro corazón o en nuestra conciencia, eso es lo que debemos hacer. Siempre Él buscará nuestro bien, siempre Él estará cuídándonos. Señor, dime dónde tirar mi red. Sé que quieres que pesque los peces que debo acercarte, pero dónde tirar mi red. Que mi red sea consuelo del afligido, sostén del que cae y se desmorona, abrazo del que está solo. Pero Tú prende el fuego, Señor, prende el fuego del Espíritu en mi corazón. Y dame de comer, dame tu Pan hasta saciarme. Aliméntame, Señor, que sin Tí yo no existo. Soy en tanto y en cuanto Tú. Tú eres mi tasa y mi medida. Y me ceñiré como Pedro la túnica a la cintura y caminaré por las aguas hasta alcanzarte. Me tiraré de la barca sin miedo de ahogarme. Porque quiero llegar a Tí y cenar contigo. Los dos junto al fuego de la Iglesia, compartiendo el pan y el pescado con los hermanos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario