miércoles, 11 de mayo de 2011

miércoles 11 Mayo 2011

Miércoles de la III Semana de Pascua


Evangelio según San Juan 6,35-40.

Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.
Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.
Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré,
porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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¡Cuánto sufrirás, Amado mío, cuando ves que un alma se pierde! Tú no quieres perder nada de lo que Tu Padre te dió y todos somos tuyos. Pero rebeldes ovejas, nos vamos del rebaño y seguimos a otros pastores, falsos pastores. ¡Qué no harás Tú desde el Cielo para que ninguno se pierda! Por eso debemos dar gracias a Dios por los sufrimientos, los dolores, las enfermedades, ya que todas esas cosas nos redimen y nos hacen expiar nuestras culpas y le permiten a Cristo salvarnos. Y nos redimimos de la misma forma que Tú nos redimiste. Redimir es comprar para, comprar un esclavo para darle su libertad. ¡Qué caro pagaste nuestra libertad! Y nos redimiste con el precio de tu sangre derramada. Justo es que paguemos nuestras culpas con los sufrimientos y dolores que Jesús nos permite para configurarnos con él y comprar con nuestra sangre la libertad perdida por nuestra propia voluntad. Gracias, Señor, porque nos permites vivir con nuestros dolores Tu Pasión y así conseguir la salvación, santificarnos y, si no lo necesitáramos, nos das el gran gozo de poder configurarnos contigo compartiendo tu dolor. Gracias, Señor.

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