viernes, 4 de marzo de 2011

viernes 04 Marzo 2011

Viernes de la VIII Semana del Tiempo Ordinario


Evangelio según San Marcos 11,11-26.

Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo: "Que nadie más coma de tus frutos". Y sus discípulos lo oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: "¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: "Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado". Jesús le respondió: "Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: 'Retírate de ahí y arrójate al mar', sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas". Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

----------

Señor, Tú me dices que la fe puede mover una montaña. Me dices que al orar, no tenga vergüenza de pedir; y que al pedir, crea. Tener la fe intacta, la fe que nos diste en el Bautismo. Orar, no con la inseguridad ni la ansiedad si se dará o no lo que uno pide, sino con la fe y la esperanza segura de que eso que pedimos Tú nos lo darás. Pero para eso, debemos pedir aquello que es conveniente a nuestra salvación. Como un padre bueno, que sólo da a sus hijos cosas buenas, Tú nos darás aquello que pedimos, si es bueno para nosotros. Si no, nos darás lo bueno, aunque nosotros no lo pidamos. Y eso es lo maravillosos de este amor que nos tienes. Que si aún somos niños de pecho que no sabemos pedir y sólo lloramos, Tú sabes bien lo que calmará nuestro llanto aunque nosotros no lo sepamos: Tú sabes si es hambre, si es un dolor físico, si es un dolor del alma, si es sed, si es frío o calor. Tú nos darás lo bueno. Lo que realmente necesitamos.
Señor, que mi oración tenga la fe del guerrero antes de la batalla, la fe de María antes de tu Nacimiento, la fe que Tú tienes en nosotros, aunque somos débiles y fallamos, pero aún sigues teniendo fe en nosotros. Esa fe nace del amor. Lléname el cántaro de mi alma de tu Amor, porque tengo sed, Señor, sed de Tí. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario