domingo, 3 de abril de 2011

viernes 01 Abril 2011

Viernes de la III Semana de Cuaresma

Evangelio según San Marcos 12,28-34.


Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

---------
Amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo. Dos afirmaciones tan inseparables que son una sola. Es la verdad del amor. Si se ama a Dios, naturalmente se amará al hermano, ya que el hermano es otro Cristo, y Cristo es Dios. Y si se ama al hermano, se ama a Cristo, que es Dios, y por lo tanto a Él se lo ama. El hermano es la cara visible de Jesús invisible a nuestros ojos pero visible a los ojos del alma.
Amando a Dios y al hermano se cumplen todas las exigencias del Reino. Pero al mismo tiempo, lo que se hace por amor, no se hace por obligación, luego no hay cumplimiento ni sometimiento alguno: hay alegría, felicidad, dicha. El deseo del hombre se satisface en el amar a Dios y al hermano. En esta época de buscar el placer por el placer mismo, no se han dado cuenta que el placer máximo del hombre es la entrega de su vida a Dios y al hermano y es la gloria de Dios.

Por eso, hermanos, dejemos ya los vanos cultos exteriores si ellos no provienen de un corazón amante. Que lo exterior sea demostración de lo interior. ¿Y si en el interior no hay nada? Busca y encontrarás. El día en que fuiste engendrado el Señor puso su aliento de amor en tu corazón. En lo profundo de todo ser humano, no importa cuánto haya pecado, Dios está allí llamándolo por su nombre. Deja que el Señor que habita en Tí inunde tu ser y lo amarás. Y amándolo, lo verás en el hermano, sobre todo en los más pobres y desolados, y también a ellos has de amar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario