viernes, 22 de abril de 2011

martes 19 Abril 2011

Martes Santo

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38.

Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere".
El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?".
Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer".
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.
Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás".
Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti".
Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí?
Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Señor, cuántas veces somos como Pedro o como Judas. Somos como Judas cuando sabiendo que Tú eres el Amor y la Verdad, el Camino y la Vida, te "vendemos", canjeandote por cosas materiales, prefiriendo el placer, el poder o el dinero a estar contigo y a seguirte. Te traicionamos cuando le damos la espalda a los pobres, a los enfermos, a los que nos necesitan. Y cuántas veces somos Pedro. Mirándolo bien, Pedro y Judas hicieron lo mismo, pero el final fue distinto. Y también el motivo. Judas lo hizo tentado, no sé bien si por las treinta monedas o por pensar que así te obligaría a una revolución sangrienta para nombrate rey, porque no entendió que tu reinado no es de este mundo, pero en definitiva lo movió el ansia de poder y la violencia. A Pedro lo movió el miedo, el no querer sufrir, la cobardía. Y dos finales, que esto es lo importante: Judas no creyó ni en tu Amor ni en tu misericordia, no creyó que eras verdaderamente el Hijo de Dios y tenías el poder de perdonarlo, no fue arrepentimiento lo suyo, sino desesperación, y falto de esperanza, falto de fe, sucumbió ahorcándose; Pedro no, Pedro te miró a los ojos y no pudo sostener tu mirada, Pedro se arrepintió hasta lo más profundo de su corazón, Pedro sintió tu Amor y pidió perdón con sus lágrimas, Pedro creyó en tu misericordia y en tu perdón, Pedro tuvo fe y esperanza en Tí. Y así lo demostró volviendo con los demás discípulos, quedándose en el Cenáculo con ellos y con tu Madre (¡me imagino a Pedro llorando en su regazo y a la Santa Madre consolándole!), y siendo el primero en hablar después de la venida del Espíritu. El que tuvo miedo, fue perdonado y fortalecido, recibió la gracia plena del Espíritu. El otro, pobre Judas, nunca pudo reconocerte, a pesar de lo mucho que había visto.


Señor, que siempre te reconozcamos y que siempre creamos en tu perdón. Amén.

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