miércoles, 13 de abril de 2011

martes 12 Abril 2011


Martes de la V Semana de Cuaresma


Evangelio según San Juan 8,21-30.


Jesús les dijo también: "Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir". Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no pueden ir'?". Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados". Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo". Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre. Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada". Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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El primer paso de la conversión está en creer, no en arrepentirse de los pecados. Primero debo creer en Jesús, en que Él es el Hijo de Dios, nuestro Salvador, que por su muerte y resurrección alcanzó para nosotros el perdón de los pecados y la Vida Eterna. Debo creer con toda mi mente y mi corazón que Jesús es el Mesías esperado, el Ungido. Y que esa fe mueva mi corazón al amor. Que viéndolo a Él y su gran amor por mí, mi corazón se estremezca y, enamorada del Maestro, quiera ser como Él. Pero al mismo tiempo, sentirme compungida por las tantas veces que le fallé a mi Amado. Entonces sí, vendrá el arrepentimiento, y la confesión, y el perdón. Y entonces sí será la conversión que me hará seguirle y ser como Él. Por eso discípula, por seguirlo y misionera, por ser como Él y anunciar la Buena Noticia a través de mi vida y mis palabras.

Ante Cristo Crucificado, elevado al Cielo, no hay corazón que resista sin derramar lágrimas de arrepentimiento. ¡Cuánto amor, Señor, cuánto amor! Amén.

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