jueves, 28 de abril de 2011

jueves 28 Abril 2011

Jueves de la Octava de Pascua

Evangelio según San Lucas 24,35-48.

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Ustedes son testigos. Yo soy testigo. Señor, doy testimonio de que Tú eres Dios, Hijo del Altísimo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre. Tú, eres el Mesías, el Cristo, el Esperado para salvarnos. Que te entregaste por mí y por todos en la cruz para comprarnos con el precio de tu sangre. Que nos regalaste así el perdón de los pecados y la Vida Eterna. Nos hiciste hijos en el Hijo. Somos ahora, desde ese momento, hermanos, herederos y constructores del Reino. Quiero, Señor, testimoniar con mi vida y mis palabras, que vives y que nos amas. Enséñame, ábreme la inteligencia, libera mi entendimiento, dirige mi voluntad, mis palabras y mis obras, para que toda mi vida sea para tu Gloria, Santo de los Santos, Amado mío, Amor sin fin y sin principio, Amor sin condiciones, Amor gratuito, Amor inmerecido, Amor que da sin esperar nada a cambio, Señor de mi vida, al que busco, al que encuentro, el que siempre está. Amén.
miércoles 27 Abril 2011

Miércoles de la Octava de Pascua

Evangelio según San Lucas 24,13-35.

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".
"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo,
y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.
Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".
Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?"
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.
Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,
y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Lo reconocieron al partir el pan. Te reconocemos, Señor, en las Escrituras. Te reconocemos, Señor, en tu Iglesia. Te reconocemos, Señor, en el hermano, sobre todo en los pobres y desvalidos. Te reconocemos, Señor, en los sacramentos. Te reconocemos, Señor, en la oración. Pero sobre tod reconocemos Tu Presencia en la Eucaristía. Oh, Pan de los hambrientos, de los que tienen sed, de los que están solos y necesitan consuelo. Oh, Pan Sublime, que fortaleces el alma y levantas nuestro espíritu. Oh, Manjar de manjares, Dulzor incomparable, Caricia de nuestro templo interno. Oh, Señor Jesús Eucaristía, que tu Presencia en el Pan nunca me falte. Que la necesidad de recibirte nunca desmaye. Que la alegría de tenerte nunca me abandone. Que la esperanza que me engendras nunca se evapore. Que me transforme en Tí cada vez que te reciba y que cada vez que te reciba tenga más ansias de tenerte. Oh, Jesús Sacramentado, Hostia Sagrada, Santísimo encarnado, que en algo tan simple y pequeño como un pan, a nosotros te entregas, que aprendas de Tí, de tu simpleza, humidad, pequeñez y pobreza, para entregarnos como pan nosotros también a los hermanos. Así sea.
martes 26 Abril 2011

Martes de la Octava de Pascua

Evangelio según San Juan 20,11-18.

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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¿A quién buscas? ¿A quién buscas? ¿Buscas al que te dé la fórmula de la felicidad aquí en la tierra? ¿Buscas al que te dé una camino fácil para seguir? ¿Buscas el que te diga que tienes siempre la razón? ¿Buscas al que te dé poder y dinero? ¿Buscas al que te halague siempre ? ¿Buscas al que te diga que la verdad no existe y que cada uno construye su propia verdad? ¿Buscas al que te adormezca con palabras para no sentir ya nada? ¿Buscas al que te saque todos los problemas y que te los resuelva sin poner nada de tu parte? ¿ Buscas al que haga desaparecer el sufrimiento? ¿Buscas al que te explique cómo vivir sin sacrificarte por nada ni por nadie? ¿A quién buscas? Si buscas a esos, esos existen, sí, pero son comerciantes de la vida. No son los que te darán la Verdadera Vida. Son ídolos falsos, sin corazón. Venden mentiras. ¿A quién buscas? ¿Al que te da la Vida Nueva, la Vida Eterna? ¿Al que te ama desde siempre? ¿Al que fue capaz de morir por tí? ¿Al que desea que seas feliz, y te enseña que la felicidad sólo se logra desde el amor, por el amor, con el amor? ¿A Aquél que es la Verdad, el Camino y la Vida? ¿Aquél que destruyó a la muerte y al pecado? ¿Aquél que siempre perdona por su Amor sin fin? ¿Aquél que te guiará hacia la felicidad y sanará tus heridas, pero no haciendote promesas vanas, sino haciéndote descubrir que el dolor nos hace crecer, fortalecernos, que el dolor redime? ¿Aquél que escucha siempre tus ruegos? ¿Aquel que está siempre contigo, día y noche, al que puedes llamar y hablar con él siempre que lo busques? ¿El que te da una familia y un hogar de amor, la Iglesia? ¿Aquel que te hace descubrir que el amor se expresa en el servicio y en el servicio está la alegría? Entonces buscas al que encontró María Magdalena: buscas a Jesús. Vé, Él ya te está esperando, y te dice, como a María Magdalena: "¿Por qué lloras?" Él resucitó, ya no hay lágrimas de dolor, sólo deben ser de alegría. Vé a abrazarlo. Él, como a María Magdalena, te está llamando.
lunes 25 Abril 2011

Lunes de la Octava de Pascua

Evangelio según San Mateo 28,8-15.

Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero,
con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Señor, veo que las mujeres apenas tuvieron tiempo de abrazarte, y al darles Tú una orden, no contestaron, no se preguntaron nada. Simplemente y rápidamente se alejaron y cumplieron tu pedido. Fueron prontas, totalmente disponibles, a anunciarte. Todos deberíamos hacer lomismo. Buscar Tu voz, Tu Prsencia, escucharte, escuchar tu Palabra, y sin preguntas, sin mirar atrás, con manos generosas, hacer aquello que nos pides. ¡Cuántas excusas ponemos en el camino!¡ Cuántos atajos buscamos para sacarnos pronto tu pedido de las manos, como si fuera algo que nos estorba. algo que no nos pertenece! Y sí, anunciarte nos pertenece, es algo nuestro desde nuestro Bautismo. Prontitud y perseverancia, escucha y obediencia. Amor a Dios sobre todas las cosas, en definitiva.

Dame ese amor que sea más fuerte que mi propia voluntad, para que siempre sea la Tuya la que se haga. Amén.
domingo 24 Abril 2011

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

Evangelio según San Juan 20,1-9.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Corrían. Corrían para ver. Corrían para creer. Ante la resurrección de Cristo, nuestra Pascua, debemos correr. Correr para vivir su Vida, la Vida Verdadera y Nueva que nos regala. Correr para tarparla y no dejarla ir nunca de nuestro corazón. Correr para entregarla a los demás, para anunciarla, para compartirla. Correr hacia la meta de nuestra santidad, como decía San Pablo. Correr sin cansarnos jamás, porque la alegría del corazón ante la Resurrección del Señor es tan desbordante que no sentimos el cansancio.


La muerte ya no existe. La Vida nos espera. Jesucristo nos regala sin pausa ese torrente de Vida, con su Cuerpo y con su Sangre, con su Palabra siempre nueva, siempre eficaz, con su Iglesia, que cobija y acoge, con su Presencia en los hermanos, en los sacerdotes y religiosos, con su gracia en los sacramentos y con Espíritu Santo que nos envía desde el Cielo para vivificarnos continuamente. Amén.

sábado, 23 de abril de 2011

sábado 23 Abril 2011

Sábado Santo de la Sepultura del Señor - Santa Vigilia Pascual


Evangelio según San Mateo 28,1-10.

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro.
De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve.
Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.
El Angel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.
No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba,
y vayan en seguida a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán'. Esto es lo que tenía que decirles".
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Alégrense. Alégrense los montes y las estepas. Alégrense los campos y los desiertos. Alégrense.

Alégrense los sanos y los enfermos. Alégrense los niños y los ancianos. Alégrense. Alégrense los pobres y los ricos. Alégrense los alegres y los tristes. Alégrense. Alégrense los hombres y las mujeres. Alégrense los cielos y la tierra. Alégrense. Porque Cristo ha resucitado. Porque Cristo está siempre adelantándose a nosotros y nos espera en la tierra que nos corresponde y nos tiene destinada. Porque Cristo ha abierto las puertas del Cielo y nos da la Vida Eterna. Porque Cristo nos renueva la vida, la hace florecer y nuestra vida se llena de su Verdad y resplandece. Porque toda roca que nos detenga el paso será por Él removida. Porque la Luz venció a las tinieblas. Porque el sepulcro, todos los sepulcros que guardamos en nuestras vidas, con su Vida quedan vacíos y llenos de su amor. Alégrense y alegren al mundo entero, vayamos todos a gritarlo: "Cristo Vive y está con nosotros. Él ha resucitado" Amén.

viernes, 22 de abril de 2011

viernes 22 Abril 2011

Viernes Santo de la Pasión del Señor

Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42.

Después de haber dicho esto, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos.
Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia.
Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?".
Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". El les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos.
Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra.
Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno".
Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejEn que estos se vayan".
Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste".
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco.
Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿ Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?".
El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron.
Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año.
Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo".
Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice,
mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro.
La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". El le respondió: "No lo soy".
Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego.
El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza.
Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto.
¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho".
Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?".
Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?".
Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.
Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". El lo negó y dijo: "No lo soy".
Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?".
Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua.
Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron:
"Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado".
Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie".
Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?".
Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?".
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?".
Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí".
Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?". Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.
Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?".
Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido.
Pilato mandó entonces azotar a Jesús.
Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo,
y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban.
Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena".
Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!".
Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo".
Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios".
Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía.
Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada.
Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?".
Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave".
Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César".
Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata".
Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey".
Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César".
Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota".
Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz.
Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego.
Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'.
Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está".
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo,
se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed.
Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.
Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos.
Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo.
Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos.
Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos.
En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado.
Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Viernes santo. Día de la Adoración de la Cruz. Celebración de la Pasión del Señor. Cada palabra de tu Palabra es un sufrimiento, una llaga que se abre en el corazón, Tú Corazón. Cuánto nos amas, Señor, que permitiste ser insultado, escupido, flagelado, burlado. Como si fuera poco el peso de nuestros pecados, asumiste todos los sufrimientos del mundo, todos los dolores. Llevaste en tu cruz el dolor de los torturados, de los condenados injustamente, de los inocentes castigados, de los enfermos, de los moribundos y agonizantes, de los que sufren la soledad, la traición, el abandono, la incomprensión, de los hambrientos, los sedientos, los desnudos. Todo lo llevaste Tú, todo lo cargaste, todo lo sufriste. Y a pesar de eso, seguiste hasta el final, hasta que todo se cumpliera. Porque deseabas salvarnos, aunque te costara la vida, el dolor, la amargura. Gracias, Señor, por este amor tan grande, gracias por enseñarnos que en la Cruz todo se redime, todo tiene su perdón. Amén.
jueves 21 Abril 2011

Jueves Santo en la Cena del Señor

Evangelio según San Juan 13,1-15.

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Jueves Santo. Comienzo del Triduo Pascual. Última Cena del Señor. Conmemoramos la Institución de la Eucaristía, del Sacerdocio y del Servicio. Día del Mandamiento del Amor: "Ámense los unos a los otros como Yo los he amado".


Y te quedaste con nosotros. Tan gran amor no podía quedar en tan sólo un recuerdo. Tú quisite quedarte con nosotros para siempre, hasta el final, el fin de los tiempos. Y te quedaste con nosotros. Y te hiciste Pan para la Vida del mundo. O más bien transformaste ese pan en tu Cuerpo y ese vino en tu Sangre. Y te quedaste con nosotros. Ya no habrá más soledad, ni miedo, ni angustia. Tú estás allí, esperándonos siempre, acompañándonos en el camino, eres la Luz Eterna que siempre estará brillando, mostrándonos adónde ir. Y te quedaste con nosotros. Gracias, Señor, por quedarte en la Eucaristía, en tus ministros. Y gracias porque crees tanto en nosotros y nos amas que nos diste el mismo Amor con que Tú nos amas para mar a los demás. Ya no amamos más con amor humano, sino que somos capaces de amar con amor divino, amor de misericordia, amor inalterable, amor incondicional, amor que se abre, que se entrega, que muere para la vida del prójimo. Gracias, Señor, por todo. Gracias, Señor. Amén.
miércoles 20 Abril 2011

Miércoles Santo

Evangelio según San Mateo 26,14-25.

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes
y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?".
El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'".
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce
y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?".
El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Se acerca la hora, su Hora. La Hora de la entrega total por Amor pero la hora de nuestra Salvación. ¿Por qué fue traicionado por uno de los suyos? ¿Por qué no fue traicionado por un fariseo o un escriba? Seguro que alguien sabía donde estaban. Pero esto nos muestra, Señor, cuán débiles somos, cuánto Amor Tú nos das y apesar de eso, a pesar que nos permites servirnos de tu misma fuente, todos estamos expuestos a traicionarte y entregarte. Tú nos dejas estas palabras para que nos acordemos siempre de nuestra debilidad y perseveremos en la oración, para no ser tentados a dejarte.


Señor, fortalece mi Amor por Tí. Que mi Amor suba en oración a tus oídos. Que mi Amor suba en buenas obras a tu regazo. Recoge mi Amor y si es poco, auméntalo, Señor, acrecentando mi fe, mi esperanza y mi caridad, ya que todo lo que tengo proviene de Tí y a tí se dirige, a Tí te lo ofrezco. Amén.
martes 19 Abril 2011

Martes Santo

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38.

Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere".
El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?".
Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer".
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.
Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás".
Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti".
Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí?
Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Señor, cuántas veces somos como Pedro o como Judas. Somos como Judas cuando sabiendo que Tú eres el Amor y la Verdad, el Camino y la Vida, te "vendemos", canjeandote por cosas materiales, prefiriendo el placer, el poder o el dinero a estar contigo y a seguirte. Te traicionamos cuando le damos la espalda a los pobres, a los enfermos, a los que nos necesitan. Y cuántas veces somos Pedro. Mirándolo bien, Pedro y Judas hicieron lo mismo, pero el final fue distinto. Y también el motivo. Judas lo hizo tentado, no sé bien si por las treinta monedas o por pensar que así te obligaría a una revolución sangrienta para nombrate rey, porque no entendió que tu reinado no es de este mundo, pero en definitiva lo movió el ansia de poder y la violencia. A Pedro lo movió el miedo, el no querer sufrir, la cobardía. Y dos finales, que esto es lo importante: Judas no creyó ni en tu Amor ni en tu misericordia, no creyó que eras verdaderamente el Hijo de Dios y tenías el poder de perdonarlo, no fue arrepentimiento lo suyo, sino desesperación, y falto de esperanza, falto de fe, sucumbió ahorcándose; Pedro no, Pedro te miró a los ojos y no pudo sostener tu mirada, Pedro se arrepintió hasta lo más profundo de su corazón, Pedro sintió tu Amor y pidió perdón con sus lágrimas, Pedro creyó en tu misericordia y en tu perdón, Pedro tuvo fe y esperanza en Tí. Y así lo demostró volviendo con los demás discípulos, quedándose en el Cenáculo con ellos y con tu Madre (¡me imagino a Pedro llorando en su regazo y a la Santa Madre consolándole!), y siendo el primero en hablar después de la venida del Espíritu. El que tuvo miedo, fue perdonado y fortalecido, recibió la gracia plena del Espíritu. El otro, pobre Judas, nunca pudo reconocerte, a pesar de lo mucho que había visto.


Señor, que siempre te reconozcamos y que siempre creamos en tu perdón. Amén.

lunes, 18 de abril de 2011

lunes 18 Abril 2011


Lunes Santo


Evangelio según San Juan 12,1-11.


Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Y María, como siempre, se quedó con la mejor parte. A veces, Señor, creo que Marta y María son dos que son una. Es decir: Marta es la que sirve, la servidora, el amor en obras; y María es el amor contemplativo, el amor orante, el amor espiritual. María expresa los sentimientos que debemos sentir ha Tí, mi buen Amado. Y Marta expresa las actitudes que te debemos: el servicio, la disponibilidad, la humildad, la obediencia. Y las dos son una, porque todos debemos ser Marta y María. No se puede ser Marta sin la fuerza de la oración; y no se puede ser María, teniendo una fe intimista que no se expande en obras de amor al prójimo. Yo quiero ser Marta y María, Señor. Tal vez, un poco más María: ¡qué no daría yo por estar a tus pies escuchándote todo el día! ¡Qué no daría yo por ungir tus pies con perfume y secarlos con mi cabello! Pero es algo egoísta. Perdón, Señor. Por eso te pido, ayúdame a ser Marta y también María.
domingo 17 Abril 2011


Domingo de Ramos en la Pasión del Señor A


Evangelio según San Mateo 26,14-75.27,1-66.


Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?". El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'". Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: "Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre". Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: "Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea". Pedro, tomando la palabra, le dijo: "Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás". Jesús le respondió: "Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces". Pedro le dijo: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos los discípulos dijeron lo mismo. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo: "Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar". Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo". Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: "Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: "¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil". Se alejó por segunda vez y suplicó: "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad". Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar". Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo". Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole: "Salud, Maestro", y lo besó. Jesús le dijo: "Amigo, ¡cumple tu cometido!". Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo: "Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?". Y en ese momento dijo Jesús a la multitud: "¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon: "Este hombre dijo: 'Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días'". El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús: "¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?". Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: "Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Jesús le respondió: "Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo". Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: "Ha blasfemado, ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Ellos respondieron: "Merece la muerte". Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole: "Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó". Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Galileo". Pero él lo negó delante de todos, diciendo: "No sé lo que quieres decir". Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: "Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno". Y nuevamente Pedro negó con juramento: "Yo no conozco a ese hombre". Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron: "Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona". Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: "Antes que cante el gallo, me negarás tres veces". Y saliendo, lloró amargamente. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: "He pecado, entregando sangre inocente". Ellos respondieron: "¿Qué nos importa? Es asunto tuyo". Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: "No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre". Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado "del alfarero", para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy "Campo de sangre". Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el "Campo del alfarero", como el Señor me lo había ordenado. Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". El respondió: "Tú lo dices". Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo: "¿No oyes todo lo que declaran contra ti?". Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: "¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?". El sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: "No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho". Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: "¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?". Ellos respondieron: "A Barrabás". Pilato continuó: "¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?". Todos respondieron: "¡Que sea crucificado!". El insistió: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Que sea crucificado!". Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: "Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes". Y todo el pueblo respondió: "Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos". Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: "Salud, rey de los judíos". Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa "lugar del Cráneo", le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: "Este es Jesús, el rey de los judíos". Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: "Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!". De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo de Dios". También lo insultaban los ladrones crucificados con él. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: "Elí, Elí, lemá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: "Espera, veamos si Elías viene a salvarlo". Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: "¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!". Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole: "Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: 'A los tres días resucitaré'. Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: '¡Ha resucitado!'. Este último engaño sería peor que el primero". Pilato les respondió: "Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente". Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Domingo de Ramos. Entras triunfal como Rey que eres a Jerusalén. La gente te aclama, te saluda, te rinde honores. Y Tú, mi Rey, sabes bien que vas hacia la muerte. Sabes bien que entrarás pero ya no saldrás de la ciudad. Sabes que los que este día te aclaman, al otro día te abandonarán. Y no sientes rencor, sino amor. Amor porque sabes de la debilidad humana, la comprendes. Y sabes que ayer, como hoy, siempre un día te tendremos por Rey y Señor de nuestra vida y otro día nos callaremos, otro será el rey. Nos dejaremos llevar por las cosas de este mundo y nombraremos rey a un ídolo falso: el dinero, el poder, la violencia, la droga, la apatía, el conformismo, el egoísmo. Y Tú, Rey de Amor, seguirás amándonos. Entrando en tu Jerusalén terrena que es la Iglesia y esparciendo tu perfume de misericordia. Que no me olvide, Señor, de que Tú eres el único Rey de mi corazón, de mi hogar, de mi vida, y que el ramo con que te salude cada día sea el de mis oraciones y de mis obras. Amén.
sábado 16 Abril 2011

Sábado de la V Semana de Cuaresma
Evangelio según San Juan 11,45-57. Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación". Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?". No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?". Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo. Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
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Señor, veo cómo te maltrataban, A Tí, que sólo palabras buenas, de amor decías. Y pienso cuántas cosas no cambiaron desde ese día. Pienso que aún hoy hay fariseos que quieren apedrearte. Que no les conviene tu Palabra. Pienso que cuántas veces matan a uno para salvarse otros. Matan al inocente para salvarse. Cada vez que un inocente muere, mueres Tú también asesinado. Cuando fusilan al gobernante justo para imponer otro régimen por la fuerza, a Tí te matan. Cuando abortan al niño no nacido, a Tí te matan. Cuando asesinan a alguien para que no diga la verdad, a Tí te matan. Cuántas cosas no cambiaron. Pero cuántas cosas cambiaron por tu muerte, Señor. Cuántos fuimos salvados por Tí. Cuántos encontramos la Verdadera Vida, la felicidad, por Tí. Cuántos encontramos en el dolor y en la muerte ya no el final, sino una Cruz que es puente a la Vida eterna. Cuántos encontramos la verdadera forma de amar, en Tu crucificción. Cuántos en Tu Pasión encontramos consuelo y descanso, si sufrió mi Señor, ¡cómo yo he de decir "que se parte de mí este cáliz"!


Y Tú, silencio. Podrías haber gritado, exaltado a la muchedumbre, convocado a la gente a defenderte. Pero no, Tú silencio. Paz y silencio. Que el tiempo llega y vendrá la cosecha. La sangre derramada será la lluvia y el grano en la tierra dará su fruto. Y mientras tanto, paz y silencio, que el tiempo llega. Y está llegando.

viernes, 15 de abril de 2011

viernes 15 Abril 2011


Viernes de la V Semana de Cuaresma



Evangelio según San Juan 10,31-42.



Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?". Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios". Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre". Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad". Y en ese lugar muchos creyeron en él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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"Si hago las obras de mi Padre, al menos crean en las obras, si no creen en Mí". Señor, con qué claridad nos dices que muchos no creerán por nuestras palabras, que no creerán por Tu Palabra, pero si hacemos las obras que Tú hacías, por ello creerán. Eso es lo que nos pides. Muchos serán sordos a la Buena Noticia, pero viendo lo que hagan los que llevan la Buena Noticia, viendo el amor puesto en obras, creerán. No creerán por los afiches, o la retórica, o los folletos hermosos que podamos dar, sino por el amor que mostremos. Y no sólo el amor entre nosotros, sino el amor a los que no nos quieren. Por supuesto que el amor a los marginados, a los pobres, a los que están solos. Pero el amor a los que no nos quieren, ése es el amor que cambiará el mundo y hará crecer TU Reino.


SEñor, que yo ame más en obras que con palabras. Tú me diste el don de la palabra pero son las obras que deben verse. Que no me olvide de las dos cosas, porque una es inseparable de la otra: decir con la boca lo que se cree y vivir con la vida lo que se dice. Amén.
jueves 14 Abril 2011


Jueves de la V Semana de Cuaresma



Evangelio según San Juan 8,51-59.


Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás". Los judíos le dijeron: "Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: 'El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás'. ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?". Jesús respondió: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman 'nuestro Dios', y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: 'No lo conozco', sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría". Los judíos le dijeron: "Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?". Jesús respondió: "Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy". Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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El que es fiel a Tu Palabra, no morirá. Señor, Tu Palabra es manantial de agua fresca, bálsamo de heridas, respuesta a todas las tribulaciones, sosiego en la desesperación, paz del alma, sanación de cuerpo, mente y espíritu, guía segura en el camino de la Verdadera Vida. Ahora, Señor, ¡cuánto nos cuesta ser fiel a tu Palabra! Y si entendiéramos que nuestra fidelidad está relacionada con nuestra fe, tal vez algo cambiaría. Cuánto más profunda la fe, más grande la fidelidad. Y la fe va de la mano de la esperanza y del amor. Tú nos regalas en el Bautismo la fe, la esperanza y el amor. ¿Sabrán nuestros padres cuando nos bautizan que deben regar esa semilla que Tú pones en nuestro corazón? ¿Sabremos nosotros que a cuanto niño se cruce en nuestro camino debemos regarlo con nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor para que crezca en ellos la semilla que Tú pusiste en el Bautismo? ¿Somos concientes de que la fe, la esperanza y el amor de todos depende de cada uno de nosotros y de todos? En la medida que así actuemos, crecerá la fe, la esperanza y el amor, y así crecerá la fidelidad a Tí. ¡Cuándo aprenderemos que la vida de los demás depende de todos! Pero no sólo la vida corporal, sino la vida entera, cuerpo y espíritu. Sólo el amor pude dar vida al hombre entero. Dios es Amor. Sólo Dios da la Verdadera Vida, a través de Jesucristo, su Hijo, quien nos da la Vida Plena y Vida en abundancia. Amén.

miércoles, 13 de abril de 2011

miércoles 13 Abril 2011


Miércoles de la V Semana de Cuaresma


Evangelio según San Juan 8,31-42.


Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres". Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: 'Ustedes serán libres'?". Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes. Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre". Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre". Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió: "Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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La Verdad nos hará libres. El que permanece en la verdad, es libre, ya no es esclavo. Señor, Tú eres la Verdad. Tú me dices que permanezca en la Verdad, es decir, que te siga, que te imite, que sea tu reflejo, que transparente tu presencia, que es la Verdad. Y entonces permaneceré en la Verdad y permeneceré en Tí, que es la misma cosa. Lo contrario a la Verdad es la mentira, la falsedad. Lo contrario a la Libertad es la esclavitud. Luego, si soy esclavo porque no soy libre, es porque elegí la falsedad no la Verdad. Porque sólo en la Verdad somos libres. El que posee la Verdad, es el que conoce, por lo tanto es libre. Y conocerte es amarte. Luego, el que te ama, permanece en Tí, permanece en la Verdad y es libre. ¿Y por qué esa libertad se refiere al pecado, a retirarse del pecado? Porque la esclavitud es estar en la falsedad, en la mentira, y vivir en la falsedad y en la mentira, es pecado, es contrariar la Verdad que es Cristo. Vivir en la falsedad y en la mentira es cuando creemos que somos más importantes que los demás, que para obtener algo, vale todo, que puedo escupir y aplastar a mi prójimo para estar mejor yo, cuando creemos que estar solo es mejor que estar con otros, cuando creemos que no le debemos nada a nadie, cuando el rey de nuestra vida somos nosotros mismos y no Dios. Todo eso es falso, porque todos somos iguales, no sólo ante Dios, sino ante los mismos hombres; porque el hombre fue creado para vivir en comunidad, no sólo porque es imagen del Dios Vivo Uno y Trino, Dios comunidad de tres personas, sino porque el hombre es un ser social. Y así es, Señor mío, que yo, porque te amo, deseo estar en la Verdad y contigo, que eres laVerdad. Pero veo que aún los que no creen en Tí, permanecerían contigo, si quisieran estar en la Verdad. Luego, más allá de la fe, del creer y querer creer, que s don y respuesta, está la voluntad del hombre: el hombre que no está en la Verdad no es porque no conoce, sino porque no lo desea. Y por eso es más esclavo del pecado. Recemos para que un día, los que no ven, lleguen a ver. Amén
martes 12 Abril 2011


Martes de la V Semana de Cuaresma


Evangelio según San Juan 8,21-30.


Jesús les dijo también: "Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir". Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no pueden ir'?". Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados". Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo". Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre. Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada". Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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El primer paso de la conversión está en creer, no en arrepentirse de los pecados. Primero debo creer en Jesús, en que Él es el Hijo de Dios, nuestro Salvador, que por su muerte y resurrección alcanzó para nosotros el perdón de los pecados y la Vida Eterna. Debo creer con toda mi mente y mi corazón que Jesús es el Mesías esperado, el Ungido. Y que esa fe mueva mi corazón al amor. Que viéndolo a Él y su gran amor por mí, mi corazón se estremezca y, enamorada del Maestro, quiera ser como Él. Pero al mismo tiempo, sentirme compungida por las tantas veces que le fallé a mi Amado. Entonces sí, vendrá el arrepentimiento, y la confesión, y el perdón. Y entonces sí será la conversión que me hará seguirle y ser como Él. Por eso discípula, por seguirlo y misionera, por ser como Él y anunciar la Buena Noticia a través de mi vida y mis palabras.

Ante Cristo Crucificado, elevado al Cielo, no hay corazón que resista sin derramar lágrimas de arrepentimiento. ¡Cuánto amor, Señor, cuánto amor! Amén.
lunes 11 Abril 2011


Lunes de la V Semana de Cuaresma


Evangelio según San Juan 8,1-11.


Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Se inclina, primero y hace oídos sordos a los acusadores. Mira al suelo y escribe. ¿Qué escribías, mi Señor? Dicen que los pecados de los que acusaban.. Creo que además nos enseñas el primer paso ante las acusaciones: oírlas sin emitir palabra, silencio. Frente a la violencia de una acusación, aunque sea cierta, escuchar y discernir el camino de la justicia.

Se endereza. Se da el dictamen. Ante los acusadores que gritan, las palabras serenas y la paciencia, el juicio inapelable. La balanza debe equilibrarse. ¿Cómo acusar poniéndome en la postura del juez? El juez debe ser puro, sabio, justo, prudente, temperado. El Juez de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos sólo puede ser Dios. Y se endereza, porque es Dios y Él puede ser Juez y lo es verdaderamente. Y el Juez ve a los ojos a los acusados.

Vuelve a inclinarse. Se hace pequeño. Desaparece. Para que los hombres sean juzgados por su propia conciencia, ya no por su presencia. El Juez es humilde aún cuando sabe que Él tiene la Verdad. No les enrostra en su cara sus pecados ni los mira con soberbia. Ése es un juez simplemente humano. Pero no Cristo. Cristo es perfecto. Muestra el pecado pero no señala al pecador, porque lo ama.

Todos se van. Entonces, se endereza por última vez, y mira de frente a la mujer acusada. Se incorpora, pone todo su cuerpo magnífico, esbelto, frente a la que cayó en desgracia. La mira a los ojos, no teme mirarla, no lo avergüenza hacerlo: a ella también la ama. La acusada, seguramente, estaría paralizada aún por el miedo. Él lo sabía. Pero lo que ella no sabía era que Jesús no la condenaba. Y allí, en ese momento, Jesús le regaló algo más de su amor: le regaló su libertad. Pero no la libertad de ir y venir a donde le plazca, porque esa se la dieron sus acusadores. Le dió la libertad de librarse del pecado, le dió la libertad del alma: "No peques más". ¡Qué felices los cielos y la tierra en ese día! ¡Y qué feliz la mujer que recibió el perdón que libera del mismo Cristo en persona! Ojalá busquemos siempre esa felicidad nosotros también y recordemos siempre que los sacerdotes, en el momento de la Reconciliación, son el mismo Cristo perdonándonos. Amén
domingo 10 Abril 2011


V Domingo de Cuaresma A


Evangelio según San Juan 11,1-45.


Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo". Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella". Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?". Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él". Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él". Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo". Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!". Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?". Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado". Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!". El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar". Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Resucítame, Señor, como lo hiciste con Lázaro. Quiero tener la fe de María y de Marta, Señor. Dame esa fe que aún ante la muerte, aún en lágrimas, guarda la esperanza y cree. Resucítame, Señor, que aún tengo en mí partes muertas. Dame la vida de amor que aún no tengo. Da me la compasión que Tú sentiste ante la tristeza y el llanto. Dame el soportar el ser acusado en silencio. Señor, resucítame, que aún tengo algo de mi cuerpo muerto. Dame el querer estar con los otros cuando sufren. Dame el saber esperar el buen momento. Dame la fe que espera en calma y no desespera. Señor, resucítame, que aún tengo el cuerpo yerto. Dame tu piedad. Dame tu amor infinito. Dame tu paz en la tormenta. Señor, resucítame, que aún mi alma huele a muerto. Señor, dame el ser Tú, aún cuando tenga que beber tu Cáliz, pero dámelo no para mí, sino para que los demás, a través mío, pueden ver en Tí el camino de la felicidad eterna, de la Verdadera Vida. Amén
sábado 09 Abril 2011

Sábado de la IV Semana de Cuaresma

Evangelio según San Juan 7,40-53.

Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta". Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?". Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?". Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre". Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita". Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?". Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Los prejuicios. ¡Cuántas veces, Señor, nos dejamos ganar por los prejuicios! Antes de escuchar nada de alguien, lo sometemos a juicio o por su apariencia o por su procedencia o por su pasado o simplemente juzgamos por nuestros pensamientos, nuestras suposiciones. Tú nos has dicho: "No juzguen y no serán juzgados". Pero, Tú tenías que pasar por esto, Amado mío, para mostrar que al Amor nada lo vence, que al mal lo vence el Amor. Que la paciencia y la humildad del Cordero debe ser la actitud del cristiano. ¡Cuánto amor nos tienes, Jesús mío, para soportar por nosotros tantas infamias! Ni se peocuparon por saber de dónde venías o qué decías. El poder, ah, el poder. El poder corrompe a los hombres. Ojalá entendiéramos que no hay superiores ni inferiores sino sólo hermanos. Gracias por sufrir por nosotros. Señor, y gracias por enseñarnos a soportar en silencio las tribulaciones de la vida. Amén.

viernes, 8 de abril de 2011

viernes 08 Abril 2011

Viernes de la IV Semana de Cuaresma

Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30.

Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Chozas, Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es". Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió". Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Conocer a Jesús. ¿Conozco a Jesús? Señor, creo conocerte. Creo que eres el Hijo de Dios enviado para la salvación del mundo. Creo que eres el Hijo de Dios Padre. Creo que me amas y que tu Camino es la Verdad y la Vida. Creo en que el Amor es la Plenitud de la Ley. Creo que nos has llamado para ser tus discípulos y misioneros. Creo que estás allí siempre para protegerme y guiarme. Creo que hacer tu Voluntad es el camino de la felicidad. Creo en tu misericordia y también en tu justicia. Te conozco porque te amo y te amo porque te conozco.Amén.
jueves 07 Abril 2011


Jueves de la IV Semana de Cuaresma


Evangelio según San Juan 5,31-47.


Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero. Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió. Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida. Mi gloria no viene de los hombres. Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí. Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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La gloria de Cristo viene de Dios. Él es la Verdad, y la gloria, el amor, el Camino, la Verdadera Vida. Muchas veces miramos a los demás para no mirarnos a nosotros mismos. Tememos no encontrar aquello de lo que nos vanagloriamos. Una de las cosas de las que más se vanagloria el hombre es de su amor y su bondad. Pero sólo en la humildad se halla amao r y bondad. Entonces, el que ame de verdad, que se arroje a los pies de su Salvador, y le ruegue tener un corazón puro, manso, paciente y dulce como el suyo, que su Amor lo invada para que pueda tener ese Amor dentro de sí. El que ama de verdad a Cristo más amor quiere tener para darlo a los demás. Y todo sacrificio es poco para tenere el corazón de Cristo. En el amor que duele, allí está el verdadero amor. En el amor que se entrega, confía, espera, da sin esperar nada a cambio, allí está el verdadero amor. El que ama sin ver, sin pedir muestras de amor, el que ama porque siente dentro de él un torrente que lo desborda, ése es el que se está acercando cada vez más a Cristo y a su Reino. Amén.

miércoles, 6 de abril de 2011

miércoles 06 Abril 2011

Miércoles de la IV Semana de Cuaresma

Evangelio según San Juan 5,17-30.

El les respondió: "Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo". Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: "Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados. Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre. No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Señor, el que escucha Tu Palabra y cree en Dios Padre, tiene ya la Vida Eterna. Porque quien cree en Dios Padre, cree en Dios Hijo, y el que cree en Dios Hijo, cree en Dios Espíritu Santo, ya que son los tres un solo Dios. ¿Cómo creer en el enviado y no en el que lo envía? Si el enviado no dice más que las palabras de Aquel que lo envió. Del mismo modo, ¿cómo creer en el que lo envía y no en el Enviado? Si El que l0 envía lo manda como su representante, pone todo su amor y su confianza en Él, ¿podemos amar al que lo envía sin amar al que es Enviado? Por eso nuestra fe debe ser entera, simple, una sola, como Dios es uno solo y simple, indivisible. Entregarnos a Cristo es penetrar en la vida divina. Y para penetrar en la vida divina, Jeús nos da la llave: " Lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió". Esa es la llave. Quye se haga en mí Tu Voluntad, Señor. Amén.

martes, 5 de abril de 2011

martes 05 Abril 2011

Martes de la IV Semana de Cuaresma

Evangelio según San Juan 5,1-16.

Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. . Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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Seremos sanados por Jesús en esta Pascua. Él nos invita a que no sea sólo en esta Pascua sino toda la vida. Sólo nos pide que creamos en Él. "Toma tu camilla y camina". ¿Cuál es mi camilla, Señor? Ésa, la que no me permite levantarme, la que me hace sentirme insegura, la que me hace sentir miedo pensando que todo depende de mí, cuando en realidad debo sostenerme en Tí. Así hizo este enfermo, se apoyó en la Palabra del Señor, tuvo fe y fue curado. Debo tomar mi camilla y no recostarme en ella, tomarla con mis manos. Que sea yo la que lleve la camilla y no ella a mí. Y eso sólo es posible. si Tú, Señor, me llevas a mí. Si yo quiero, si yo dejo. Y sí, Señor, yo quiero. Dejo mi camilla, mi parálisis del desamos, para caminar tras tus huellas en las sendas del amor. Amén.
lunes 04 Abril 2011


Lunes de la IV Semana de Cuaresma


Evangelio según San Juan 4,43-54.


Transcurridos los dos días, Jesús partió hacia Galilea. El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen". El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y leanunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


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Aquel que cree en Tí, por esa fe, vivirá. Pero yo creo que Tú aquí me dices algo más que de esa vida como oposición de la muerte. Algo más que la Vida Eterna. Me dices todo eso. Pero me dices que en la medida que mi fe por Tí crezca, más plena será mi vida, mi vida será realmente llena de vida, no de muerte, si por muerte entendemos los miedos, las angustias, las lágrimas. El creer en Tí permite que mi corazón palpite, se expanda, se llene de gozo. Mi alegría eres Tú, mi Señor. La sanación a todo mal. Porque Tú eres la Vida. Me dices : "Cree en Mí, porque realmente te amo. Pero no busques signos. ¿Cuál es la fe entonces si necesitas de signos de mi presencia? Ya te dejé la Eucaristía, signo real de mi Presencia; te he dejado mi Palabra, que está allí para cuando la quieras; te he dejado a mi Iglesia; te he dejado cada flor, cada árbol a tu paso. Todo fue creado por Tí y por los demás. ¿Qué signo más necesitas? Te he dejado los sacramentos, signos eficaces de mi gracia; y te llamé por tu nombre antes de que tus padres supieran que tu existías. ¿Más signos necesitas? Cuido tu vida a cada minuto porque ella es mía, me comprometí a protegerte y a cuidarte, te amo más que a mi vida, ya que la dí por Tí. ¿Por qué aún me pides signos? Yo soy el Signo; tú eres el signo. Ya no necesitas signos porque ahora ya estoy aquí contigo, lo mío es tuyo y lo tuyo es mío. Ámame desde hoy porque Yo te amé desde siempre. El Amor, mi Amor, es el signo" Amén