domingo, 27 de febrero de 2011

sábado 26 Febrero 2011

Sábado de la VII Semana del Tiempo Ordinario



Evangelio según San Marcos 10,13-16.

Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
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"Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Como un niño. ¿Cómo recibe un niño una buena noticia? Con algarabía, con asombro, maravillado de tanta hermosura, con el corazón infinitamente agradecido, tanto que no puede contenerlo en su pecho. Y salta de alegría, y da gritos de júbilo. Y corre a contársela a todos sus amigos. Y al mismo tiempo abraza esa buena noticia como queriendo que lo penetre y se inserte en su corazón, como una espada forjada dentro de un yunque, que nadie ni nada pueda desprender de él esa buena noticia, que es de él y pero que también quiere el niño que sea de todos. Como diciendo: "¡Eh, miren lo que tengo, mi corazón desborda de alegría por esto que poseo, alégrense ustedes también conmigo, miren vean, saboreen conmigo el bien que yo tengo, tómenlo en us manos y deséenlo también, como yo lo deseé!" Así debe ser en nostros, Señor, así Tú me lo dices: alegría de ser parte del Reino, alegría que se expande, que se muestra, que se contagia, que se comparte. Que nuestros ojos nunca dejen de agrandarse de asombro ante tus maravillas, que son muchas y de todos los días. Y que nunca escondámos el tesoro de Reino. El tesoro del Reino es un tesoro muy especial: si se guarda para uno mismo y lo acumulamos sin compartirlo, día a día, va decreciendo; en cambio, cuánto más damos de este tesoro a nuestro prójimo, más crece en nuestro corazón. Es un tesoro, entonces, inacabable, infinito, que se multiplica en la misma proporción que lo damos. El Reino no es de unos pocos. Es de todos. Porque Tú mi Señor te entregaste por todos. Y bien dices lo de ser niño: sólo los niños saben que la fiesta es mejor cuanto mayor sea el número de invitados.
Gracias, Señor, por invitarme a la Fiesta de la Vida que se da en tu Reino. Consérvame un corazón de niño, que aprecie siempre lo mucho que me amas y que la inocencia, el asombro, la alegría, sean aquello que transparente. Amén.

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