jueves, 24 de febrero de 2011

jueves 24 Febrero 2011

Jueves de la VII Semana del Tiempo Ordinario


Evangelio según San Marcos 9,41-50.

Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. (omitido) Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. (omitido) Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Porque cada uno será salado por el fuego. La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros".

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"Cada uno será salado por el fuego". Señor, siento que me dices que ese fuego que nos da sal, no es otro que el Espíritu Santo. En verdad, por el Bautismo, recibimos el don inefable del Espíritu, con sus siete dones. Antes, el simbolismo era patente, al poner sal en nuestra boca. Y realmente es el Espíritu de Dios el que nos da lo bueno que hay en nosotros. ¿Podemos perder el Espíritu de Dios? No: el don del Señor es para siempre. La sal no desaparece. Pero podemos volverla insípida, si la dejamos allí, al descuido en un viejo rincón del corazón, y la tapamos con nuestras cosas, cosas del mundo, y nuestros pecados. Y cuando preguntas con qué la volverán a salar, me estás diciendo la respuesta en la primera parte de tu Palabra: sólo se sala la sal con nueva sal: la sal de los sacramentos, la sal del Espíritu Santo que recibimos en ellos. Y me estás diciendo que el primero al que debo recurrir es al Sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación, para "destapar" la sal, quitando esa mano, ese ojo, ese pie, que ocultan y hacen insípida la sal. ¿Y cómo quitarme una mano, un ojo, un pie? ¿Es que quieres que me mutile? No. Tú me dices: "Tú no puedes, Yo sí puedo. Acercate a Mí con el corazón abierto. Te sacaré de dentro lo que oculta mi sal, pero tú debes entregarmelo. Eso quiero de tí. Aquello que ensucia tu corazón. Y te quitaré ese ojo, esa mano, ese pie que tú me ofreces, y lo convertiré en una nueva mano, que se abra a Ní y al hermano; un nuevo ojo, que vea con los ojos de mi Padre y no con ojos humanos; un nuevo pie, que siga mis huellas en el camino del Amor, el camino de la Cruz , en el camino de dar la vida por los otros, el camino de la Vida Eterna".
Señor, gracias por estar conmigo, alivianar mi carga, salarme con el fuego de tu Amor cada día, para poder ser saboreada por mis hermanos y darles a ellos todo lo que yo tengo.

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